Esto lo expreso el Teólogo de la Liberación, Leonardo Boff, referente mundial de la opción por los pobres de los 70 y 80, un cura que confía en el legado de Bergoglio y analiza la disputa interna de la Iglesia entre pastores y doctores.
El sacerdote Leonardo Boff fue sentado en la misma silla en la que fue condenado Galileo Galilei. Más arriba, sobre un estrado, lo juzgaba el cardenal Joseph Ratzinger. Boff sintió el peso de los dos mil años de historia de la Iglesia sobre sus espaldas. Debía responder por su libro “Iglesia, carisma y poder”, en el que requería más derechos a mujeres y laicos, que estaban invisibilizados en la Iglesia. Fue un juicio teológico riguroso, con notario, testigos. Ratzinger, responsable de la Congregación de la Fe, condenó a Boff a un “silencio obsequioso”. No podría hablar ni escribir. Como teólogo, le prohibían la palabra. En ese estado permaneció casi un año. Después, en la Cumbre de Río de 1992, una conferencia suya volvió a molestar al Vaticano. Lo invitaron a misionar en Asia o a volver a hacer silencio en su país. Le pareció una humillación. Boff decidió abandonar los hábitos. Lo recuerda en esta entrevista realizada en Buenos Aires.
¿Cómo fue su vida después?
No hice una ruptura con la Iglesia. Hago lo que hacía antes, bautizo, caso parejas, hago celebraciones eucarísticas. Cuento con la aprobación de obispos brasileños. Y sigo siendo teólogo. Comparado con lo que les dice hoy el Papa a cardenales y obispos de la curia, el libro por el que fui condenado termina siendo de piedad. Finalmente, los reformadores fueron escuchados.
¿Por qué cree que sucedió?
La Iglesia estaba desmoralizada. Su reserva espiritual era ser la conductora moral de la humanidad, y se descubrió que tiene personas que ofendieron gravemente a inocentes con la pedofilia, que hicieron lavado de dinero. Ningún cardenal europeo hubiera enfrentado esto. Llamaron a la persona justa.
En su libro “Francisco de Asís y Francisco de Roma”, usted presenta a la Teología de la Liberación, y la Teología del Pueblo, a la que adscribía Bergoglio, como muy emparentadas. En los ‘70 no se la veía así. Unos hablaban del “oprimido de clase” y otros de la “piedad popular”.
La diferencia era la metodología pero no la intención fundamental. Yo recuerdo charlas en Alemania con Scanonne (Juan Carlos, sacerdote jesuita, inspirador teológico de Bergoglio) en la que cada uno hablaba desde su lugar pero en el arco de la liberación. No es pueblo sin más. Es pueblo oprimido. Cultura silenciada. El método era diferente, pero la intención, el objetivo, era la liberación, sea por el camino de la cultura popular, el camino de la organización del pueblo, la concientización. Sobre nosotros se creó la atmósfera de sospecha y marginación. Pero seguimos haciendo el trabajo pastoral, ninguno entró al Partido Comunista.
¿Cuál fue la evolución de la Teología de Liberación? Se los escucha hablar más sobre la naturaleza
Dentro de la opción por los pobres, hay que agregar al “gran pobre”, que es la tierra, oprimida y devastada. Lo decimos desde los años ‘80, la ecoteología de la liberación. No es que pasamos de una teología roja a una teología verde. Es la continuación de ese impulso de liberación.
¿El Papa le pidió sus escritos para la encíclica sobre medio ambiente?
Sí, está preparando una encíclica de cómo salvar la vida en el planeta. Dos veces le mandé materiales.
¿Lo conoció?
En el año 1971 en el Colegio Máximo (San Miguel) en un encuentro de espiritualidades.
Leí un artículo en el que usted decía que Bergoglio debía ser descartado “ad limine” en el Cónclave de 2005. Le atribuía un perfil conservador y lo relacionaba con la dictadura militar.
Yo no lo conocía. No sabía que iba a las villas. La imagen de la Iglesia argentina era cerrada, que no había enfrentado a la dictadura. En el último cónclave hice la profecía de que el próximo Papa iba a ser un “Francisco” que restauraría la Iglesia en ruinas. Y cuando se presentó en la Plaza, primero pidió la bendición del Pueblo de Dios y luego él bendijo al pueblo, como servidor. Un tipo de Iglesia que pone su eje articulador en el poder sagrado, no tiene amor, perdón ni misericordia. Así se estructuró la Iglesia desde el siglo IV hasta Bergoglio. Él despaganizó, destruyó la estructura esencial romanocéntrica.
Algunos temen que este proceso de reformas termine por desarmar el edificio doctrinario de la Iglesia.
Hay dos modelos que se enfrentan. El doctrinario, con los dogmas del derecho canónico, como funcionó hasta ahora. Y el otro, el del Pueblo de Dios, una Iglesia que respeta la falibilidad del ser humano, su debilidad y, como pastor, lo acompaña. En una iglesia hay un pastor. En la otra hay un doctor. La posición del Papa es clara. La Iglesia tiene que caminar con la historia y aprender a leer el signo de los tiempos.
A dos años de Pontificado, ¿cuál será el legado de Francisco?
A mi juicio, él va a crear una dinastía de Papas del Tercer Mundo, de Asia, Africa y América Latina, que van a traer sangre nueva a la vieja cristiandad europea, que está envejecida, agónica de alguna manera. Y ese legado será una Iglesia no tanto centralizada en Roma sino en una inmensa red de comunidades en todo el mundo y el Papa como alguien que va caminando entre ellos. No será una Iglesia solamente occidental. Será una iglesia global.
Leonardo Boff es teólogo, ex sacerdote franciscano y uno de los fundadores -y principal referente- de la Teología de la Liberación.
Entrevista de Marcelo Larraquy para diario Clarín